Welcome to Violet's Notebook

viernes, 31 de diciembre de 2010

Tonos de un atardecer eterno...




Es curioso cómo el amor pasa por encima de defectos y maldades. Más curioso es aún mirar atrás y ver todo lo que me ha traído este año que se nos va de las manos. ¿Quién me iba a decir a mí el 2 de enero que acabaría el año así? ¿Quién me diría que habría perdido tanto? ¿Y que iba a ganar muchas otras cosas? He aprendido que para poder ser feliz, hay que quererse a uno mismo. ¿Quién nos querrá a pesar de todo y por el resto de la eternidad si no somos nosotros mismos? También he aprendido que la vida es como una inmensa montaña rusa. A veces podemos respirar el aire puro desde lo más alto, dejando que las estrellas nos bendigan con su brillo, con una sonrisa casi imborrable. Otras caemos rápidamente, sin darnos cuenta de que todo pasa a nuestro alrededor como una estrella fugaz, la realidad es casi imperceptible. La bajada suele ser la peor parte, y desde allí vemos imponente la próxima subida, que nos parece imposible de alcanzar. Y otras veces, simplemente vamos a la velocidad de la luz en un giro que da la vuelta a nuestra vida, aventurándonos y sin saber si eso terminará en una subida o una bajada.
En este año he vivido la distancia y sus consecuencias. Aunque he aprendido a sentir la congoja del reencuentro y del abrazo esperado por mucho tiempo. Me he conocido un poco más a mí misma, y estos últimos meses han sido una durísima etapa definitiva que me ha puesto a prueba. A veces pantano fangoso, a veces desierto seco y otras veces oscura selva. Y sin embargo sigo en pie, ¿no? Me han enseñado a quitarle importancia a la vida. No todas las cosas deben suponernos una gran responsabilidad, a veces hay que dejarlas pasar simplemente, y despedirnos de ellas con una sonrisa. Me han enseñado que la vida está llena de hoyos, trampas y baches. Pero no por tropezar hay que desistir y estar triste. Hay que seguir, seguir día a día, apreciando lo que poseemos que nos hace feliz. Doy las gracias, porque he aprendido a mirar desde otra perspectiva, y eso me ha ayudado a seguir adelante.
Si miro atrás, este año está lleno de distintos colores. Sin embargo, mi presente me hace verlo todo en tonos de un atardecer eterno. Rojos y anaranjados que se funden con rosas únicos y violetas suaves. Una dulce brisa me revuelve el pelo, y suspiro llenándome de pureza. Sí, al fin y al cabo tampoco ha sido un mal año. Me llevo un buen sabor de boca, y con él el mayor de los regalos: las personas a las que más quiero y las que siempre llevaré conmigo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Divagaciones mentales de una adicta al amor.

Una vez me dijeron que lo mejor era dejarse llevar. Dejar de pensar en pros y contras y dejar que mis instintos decidiesen por mí. Y sin embargo, a pesar de que sé que debería hacerlo, tengo miedo. Sí, tengo miedo de la incertidumbre. ¿Sabes lo que se siente cuando crees estar perdiendo algo que puede que en un futuro aprecies? A eso se le llama inseguridad, y desgraciadamente, la llevo a cuestas todos los días. El coste de oportunidad, lo llamarían los economistas. Aquello a lo que renuncias por tomar una decisión. Pero, ¿cómo sabemos si a lo que renunciamos es más importante que lo que hemos escogido? Yo no sé cuánto me va a durar esta etapa, no sé cuándo cicatrizarán estas heridas, y tampoco sé cuándo cambiará el viento de dirección. Pero, ¿y si luego es demasiado tarde? ¿Y si cuando este corazón destrozado haya terminado su reconstrucción ya no queda nada? ¿Y si cuando esté preparado para enamorarse de nuevo no hay compradores en la subasta?
Pasas las páginas de este viejo libro y ves cómo poco a poco los príncipes van desapareciendo y solo quedan dragones, brujas e infinitas princesas con lágrimas en los ojos. Desearía saber qué ocurrirá. Podría prepararme de antemano, trazar un plano para que el enemigo no pueda dañarme en esa nueva guerra. Pero no hay videntes en este mundo del amor, y nunca puedes estar seguro de lo que puede pasar. Solo queda sentarte en la estación de tren y esperar a que llegue el tuyo. Tal vez tarde días, tal vez tarde años. O tal vez solo tarde semanas que parecen años. Pero no puedes hacer nada para retrasarlo o adelantarlo. Y llegará el día en que aparezca un tren de improviso. Y en él, habrá alguien. Os miraréis fijamente, y serás tú y solo tú quien decida si subirte a él o no. Desgraciadamente, ese tren no estará eternamente esperando por ti. Si tardas demasiado, se irá, y volverás a estar solo en la estación sempiterna. Y dime, dichoso destino; si te arrepientes, ¿cómo saber si ese tren volverá a pasar o si se ha ido para siempre? Divagaciones mentales de una demente adicta al amor. Este podría ser el título de todo lo anterior.

Tiempo,tiempo,tiempo...


Tiempo, tiempo, tiempo. Quisiera que hubiese pasado el suficiente para poder empezar a olvidar. Más que sea para poder empezar un nuevo camino, cambiar de rumbo. A veces me siento como una estrella solitaria en la inmensidad del universo, sin nadie a quien enseñarle la luz que soy capaz de proyectar. Odio tener que recaer en esto. Las cosas del amor dicen, ¿pero tan complicado tiene que ser? Es gracioso como somos capaces de olvidar una cara o un recuerdo, y sin embargo nos es imposible deshacernos del amor como mismo vino, de improviso.
Los días, las tardes y las noches pasan. Unas veces me como el mundo, lo sujeto en mi mano y me siento capaz de vencer cualquier adversidad. Otras recaigo en esta maligna adicción y siento que todo se me escapa y que jamás volveré a brillar. Pero no pienso dejar que esto me venza. Hice una promesa un día, prometí que nada me haría desfallecer, que no dejaría que nadie me hiciese caer. Y por esa promesa que hice con el corazón, cogeré las fuerzas desde lo más profundo y me sacaré a mí misma de este hoyo. Cogeré la pala y lo llenaré de tierra, sentimientos prohibidos e ilusiones absurdas. Ahí se quedarán, porque yo no quiero saber nada de ellos. Me daré la vuelta y recordaré todas esas prometas rotas, aquellas caricias que me quemaban la piel y me vendaban los ojos ante lo inevitable. No, no vas a engañarme más. No dejaré que me hundas para regresar con una barca de falsas ilusiones haciéndome creer que no hay nada malo, que soy yo la que lo ve, pero que en realidad vivimos en una idílica fantasía. No, no pienso volver a creer en ti. Estas heridas van a cicatrizar, y en ella tendré que llevar para siempre los buenos y malos momentos, pero te diré una cosa: esta es mi vida, y solo yo voy decidir qué hacer con ella.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Venda,estudia,siente...

Arrástrame hasta lo más hondo de tus sentimientos. Quiero sentir el ardor en mi piel, quiero sentir la adrenalina recorriendo todo mi ser.
Golpéame con palabras, sacude mi alma con abrazos. Solo quiero sentirlo de nuevo, ¿sería posible?
Venda mis ojos y guíame por este mundo de engaños. Estira tus brazos para evitar que caiga, pero hazme caer contigo.
Siente el rugido de mi corazón, mi mirada desenfrenada. Rompe todas las barreras, hazme sangrar.
Estudia mi piel, la forma de mis labios, la profundidad de mis ojos. Dibújalo todo y enséñame como soy.
Sella tu firma, demuéstrame qué es lo que quieres. Déjame rodar contigo en esta pendiente sin fin.
Señálame el camino, dime por dónde quieres ir. Enséñame el olor de la locura y déjame saborearla junto a ti.
Bésame hasta que el cielo se pare y las llamas que nos rodean se apaguen. Enséñame a bailar bajo la lluvia, enséñame a no saber parar.
Quítame esta punzada del corazón con caricias, deja mi perfume impregnado en tu piel. No dejes que salga nunca de este tornado, y prométeme que toda esta constelación será nuestra y que siempre me darás el todo y más, y más, y más…

jueves, 2 de diciembre de 2010

Fin

Escucho esta canción y siento que puedo volar. Voy hundiéndome con leve balanceo en aguas tranquilas. Burbujas de vida se despliegan a mi alrededor y suben hasta la superficie. Yo veo el reflejo del sol, pero nada me daña. No siento necesidad de respirar, puedo ver con claridad. Esta letra que inunda mi ser, desentraña poco a poco mi alma y la remueve como si de una cometa en cielo oscuro se tratase. Mi corazón se adapta a su ritmo, sus latidos acompasados me hacen sentirme viva. Inspiro una vez más, y siento el sabor de la vida; de todas estas almas que vagan por la tierra siguiendo el camino imparable. No tengo ganas de pensar, así que me uno a ellas. Me dejo llevar por esta brisa apremiante, que me empuja; al principio con ligereza, luego con prisa. Quiere que vea algo, pero yo no sé el qué. El camino es gris, pero hace calor. Un vendaval levanta las impurezas del camino y llena mi vista de hojas de otoño. No veo el final, pero sé qué está cerca. Cada vez voy más rápido. Mis instintos afloran y comienzo a correr, cada vez más y más rápido. Sorteo baches con facilidad y sigo el camino. Esta canción acompaña mi carrera, la brisa me la trae para animarme a seguir. Y de repente, el camino se ha terminado, y me encuentro en lo alto de un acantilado. Mi pecho agitado trata de recuperar la respiración, y miro hacia abajo. No veo el suelo, pero una luz mortecina parece alumbrar la escena. Un figura frágil llora en el fondo. Sus llantos me estremecen, y su desesperación me rompe en pedazos. Es una chica. Sola en la infinidad de la soledad. Ella no lo sabe, pero yo puedo verla. Cree estar encarcelada, pero no hay barras que la limitan. No hay puertas, no hay murallas. Solo un anegado corazón que trata de encontrar un por qué. Entonces, ella mira hacia el cielo, pidiéndole que la saque de ese pozo; y es cuando creo desfallecer. Soy yo. Es mi cara. Son mis ojos. Son mis lágrimas. De repente, una ira embravecida invade mi ser. La rabia de mil bestias llena mi corazón, el coraje de cien guerreros quema mi piel. Siento crecer algo en mi interior, el fuego del Inframundo recorre mis venas. El veneno que llevaba escondido quiere salir, y es entonces cuando exploto y de lo más profundo de mi ser sale un grito aterrador. Le grito al cielo, donde ahora hay estrellas que parecen haber ganado luz con mi energía. El cielo tiembla, se agita y aparece agrietarse. Y cuando casi todo el veneno ha salido de mi corazón, mi voz de desvanece en la inmensidad del Universo. Pero aún me queda un poco. Recupero el aliento, pero esta guerra no ha terminado. Me doy la vuelta para rehacer el camino, pero entonces, paro al escuchar de nuevo esta canción que me trae de nuevo el viento. En mi mano, aparece una lanza afilada, forjada con la sangre de corazones destruidos y las manos del alma. El viento alborota mi alborotado cabello. Sé a dónde quiere que me dirija. Me giro y ahí está el fin del camino. Cierro los ojos y dejo que mi alma se una a esta música. Mi interior se rompe en pedazos que se vuelven a juntas con una nueva fuerza. Abro los ojos, y siguiendo esta nueva ira, comienzo a correr, a correr, a correr… Y con el impulso de un grito bélico, salto desde lo alto, como a cámara lenta, en dirección a aquel cuerpo que llora; con la intención de destruir ese sentimiento, con la intención de clavar en esa parte de mi ser esta lanza que llevo. No voy a unirme a él, no voy a dar un paso atrás. Voy a consolidar esto que siento. No dejaré que vuelva a ocurrir, y cuando acabe con todo, cogeré la punta de la lanza manchada de superación, y comenzaré con ella a escribir mi nuevo camino. La canción se acaba, y en el último momento, se funde con mi ser para ayudarme en este salto que terminará con mi dolor. El salto hacia una nueva vida.