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sábado, 25 de diciembre de 2010

Tiempo,tiempo,tiempo...


Tiempo, tiempo, tiempo. Quisiera que hubiese pasado el suficiente para poder empezar a olvidar. Más que sea para poder empezar un nuevo camino, cambiar de rumbo. A veces me siento como una estrella solitaria en la inmensidad del universo, sin nadie a quien enseñarle la luz que soy capaz de proyectar. Odio tener que recaer en esto. Las cosas del amor dicen, ¿pero tan complicado tiene que ser? Es gracioso como somos capaces de olvidar una cara o un recuerdo, y sin embargo nos es imposible deshacernos del amor como mismo vino, de improviso.
Los días, las tardes y las noches pasan. Unas veces me como el mundo, lo sujeto en mi mano y me siento capaz de vencer cualquier adversidad. Otras recaigo en esta maligna adicción y siento que todo se me escapa y que jamás volveré a brillar. Pero no pienso dejar que esto me venza. Hice una promesa un día, prometí que nada me haría desfallecer, que no dejaría que nadie me hiciese caer. Y por esa promesa que hice con el corazón, cogeré las fuerzas desde lo más profundo y me sacaré a mí misma de este hoyo. Cogeré la pala y lo llenaré de tierra, sentimientos prohibidos e ilusiones absurdas. Ahí se quedarán, porque yo no quiero saber nada de ellos. Me daré la vuelta y recordaré todas esas prometas rotas, aquellas caricias que me quemaban la piel y me vendaban los ojos ante lo inevitable. No, no vas a engañarme más. No dejaré que me hundas para regresar con una barca de falsas ilusiones haciéndome creer que no hay nada malo, que soy yo la que lo ve, pero que en realidad vivimos en una idílica fantasía. No, no pienso volver a creer en ti. Estas heridas van a cicatrizar, y en ella tendré que llevar para siempre los buenos y malos momentos, pero te diré una cosa: esta es mi vida, y solo yo voy decidir qué hacer con ella.

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