Welcome to Violet's Notebook

sábado, 30 de octubre de 2010

Corazón de plomo

¿Dónde estás bailarina mía? Oh, ahí estás, tan preciosa como siempre, bailando con tu nuevo príncipe. ¿Me has mirado? No, no era a mí. ¿Podrás volver a verme algún día? Ha pasado algún tiempo, pero sigo siendo el soldadito de siempre. La misma fusión de plomo y amor de siempre. ¿Me reconocerías si me acercase a ti e interrumpiese tus bonitos movimientos? No, no quiero estorbar, solo sería una fea molestia entre tal bella perfección.
Baila, mi preciosa bailarina, no pares… ¿Y él? Ahí está, mirando cómo bailas. Pero no, ¿no lo ves? Él no sabe apreciarte, no entiende que cada movimiento tuyo es una pincelada de alma, un pequeño trozo de tu corazón liberándose. Yo lo veo, mi bella bailarina, yo puedo sentir tu esfuerzo y tu pasión. ¿No recuerdas que me pasaba horas viéndote bailar, sin apartar la vista de ti ni un segundo? Yo era el espectador eterno, al que tu danza alimentaba y daba razones de existencia.
¡Has parado! Te acercas a él, lo miras y vuelves a bailar. No, no lo hagas amor mío. Él no te sostiene la mirada, te estudia con ella. Yo perdería mi otra pierna por una mirada tuya, porque tus ojos me quitasen de nuevo el aliento, porque mi existencia tuviese sentido de nuevo.
Sigues bailando y él empieza a mirar hacia otro lado resoplando. Pero, ¡cómo! ¿Acaso se aburre, acaso no le interesas? Iría allí mismo y con mi pequeño sable le marcaría el corazón, para que pudiese sentir el dolor que siento yo viéndote tan lejos. Pero no puedo, no te gustaría, te disgustaría, y no quisiera que eso pasase. Pero amor mío, fíjate cuando te giras, ¡mira ahora! ¡Ahora no estaba mirando! ¿Por qué no miraste? ¿Por qué no me miras a mí?
Me cuesta recordar cuándo decidiste cambiar de estantería. Cuándo dejaste de verme y cuándo apareció él para arruinar nuestro amor. ¿No recuerdas nada de aquello? ¿Recuerdas la primera vez que cogí mi corazón en un puño y me atreví a acercarme para ver cómo bailabas? Yo creí que nunca te fijarías en mí, que querrías algo más que un saco de plomo y un cuerpo a medio acabar. Yo no tenía nada que darte, nada que ofrecerte más que mi respiración y mi pequeño corazón del que ya eras dueña. Pero sin embargo, cuando notaste mi presencia, dejaste de bailar, te acercaste a mí y solo una pequeña caricia tuya en mi ardiente mejilla hizo estallar mi corazón. Fue ahí cuando hiciste surgir mi esperanza, mis ilusiones. Nunca podré demostrarte de qué manera me regalaste las ganas de vivir, la vida misma. Y casi igual de rápido que había surgido mi amor por ti, unas inexpugnables tijeras cortaron el indispensable lazo que nos unía. Yo caía al suelo y te veía desaparecer a lo largo de un túnel, encontrándote con él y dejándome a mí en la oscuridad del abandono. Pero no te guardo rencor, jamás podría, sería como clavarme a mí mismo un sable impregnado de veneno, porque bailarina mía, tú eres el aire que necesito, el motivo de mi sed, la cura de mi ceguera, las caricias por las que mataría.
La guerra se está acabando amor mío, y la única pólvora capaz de salvarme reside en tu corazón. Nada ni nadie puede ayudarme, jamás podré olvidarte, nunca dejaré de amarte. No me importa qué estés haciendo, ni con quién, para mí siempre serás mi preciosa bailarina, el aceite de mis engranajes, el corazón que me falta. ¿Me has mirado? Salgo un poco más de las sombras para asegurarme, y ahí estás. Tus preciosos ojos verdes cristalinos desgarrándome el corazón, resaltando sobre tu nívea piel, la cuna de mis caricias. Te apartas un pequeño mechón rubio del cabello y con la elegancia que tu danza te ha otorgado, te acercas y puedo verte mejor. Como si un foco te señalase, te conviertes en la protagonista del instante, y puedo verlo. Veo el reconocimiento en tu mirada. Pero, ¿cómo? Veo tristeza en tus ojos, no, no es eso. No quisiera malinterpretar, pero, ¿acaso me estás pidiendo perdón con tus preciosos ojos? No bailarina mía, jamás. Me acerco un poco más, mantengo la compostura y te hablo con los ojos. Al principio te grito, quiero que sepas cuánto te amo. Pero no sería correcto, así que solo te digo que te quiero, pero que no te preocupes. Él te llama, interrumpiendo la magia del momento, mi último suspiro de vida. Tú le miras, y antes de regresar con él, me vuelves a mirar, y bajas la cabeza con la elegancia de un cisne, para volver a bailar, pero no para mí, para él.
Gracias amor mío, gracias por este regalo tan grande. En algún lugar de tu corazón recordabas mis sacrificios y mi devoción. ¿Habrás sentido en ese segundo algo de lo que en un día me dejaste entrever? Nunca lo sabré, nunca me dejarás saberlo.
Te miro bailar, miro cómo sigues otro camino. El fuego de la chimenea te arropa convirtiendo en magia tu íntima actuación. Después de toda una vida, de todo un amor, dejo de mirarte y me acerco al borde de la repisa. Puedo ver las llamas llamando a los amores perdidos, avivando corazones enamorados y creando escenarios inolvidables. Miro atrás, y te veo bailar por última vez. Te quiero bailarina mía, nunca jamás dejaré de hacerlo. No espero que entiendas, no fue culpa tuya, somos esclavos del terrible amor, que nos hace sufrir, amar, odiar, estremecer y desgraciadamente cambiar. No te guardo rencor, solo mi corazón entero. No quiero dejar nada, tal vez podría molestarte verlo algún día. Baila bailarina mía, baila. Yo ya he terminado con mi labor, jamás volverás a quererme, jamás volveré a sonreír, ¿acaso tengo otra elección? Sé que en su momento me quisiste, sé que con esa mirada me demostraste que tenía un pequeño hueco en tu corazón, no sé qué pasará ahora mismo, yo solo guardo lo que me has regalado. Baila bailarina mía, sonríe a las estrellas. Yo seré una de ellas. Allá a donde voy no habrá nada para mí, pero me llevo algo muy importante. Baila bailarina mía, nunca dejes de hacerlo. Adiós, te amaré siempre, pero no volveré jamás.

(U*'s Property)

1 comentario: