Welcome to Violet's Notebook

domingo, 17 de octubre de 2010

Sentimientos...


Sentimientos; dulce veneno que te va destruyendo poco a poco. Me hace gracia que hace diez minutos estaba plasmando mis emociones en papel y ahora ya no me sirven de nada. En poco tiempo, cambié por completo de parecer, lo escrito ya no tiene sentido porque ya no siento lo mismo. No sé si estoy colérica o hundida. Ambos sentimientos se entremezclan sofocando a mi corazón, hundido en la miseria de la incertidumbre. Ahora estoy escribiendo esto, tratando de sacar alguna conclusión, una respuesta a mi actual autoestima, al pasado y a mi relativo futuro. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que tengas tanto poder sobre mi? ¿Acaso te has dado cuenta de que en menos de 24 horas me hiciste subir a la pantomima del Olimpo, luego de una patada me mandaste a un solitario paraje de la Tierra y ahora con unas palabras me convertiste en una marioneta del teatro del Inframundo? No, no lo puedo entender. Yo tengo claros mis sentimientos, aunque muchas veces me acorralan en una esquina y se ríen de mí, confundiéndome y tratando de hacer que retroceda todos los pasos que había logrado avanzar. Pero, ¿tú? Tan pronto como me regalas una sonrisa y un equilibrio a mi corazón, colocas un muro entre los dos y no me dejas ver qué está ocurriendo. Ahí es cuando la agonía regresa para arrastrarme con ella, porque destrozas de un soplido mi castillo de cartas con el que había logrado entender lo que sentías por mí. Pero aún hay más; ¿qué me dices de cuando con un suave arrullo melodioso me dices “te quiero” mirándome a los ojos? Pero tras eso, vuelves a comportarte como si nada hubiese pasado. ¡No me puedes hacer esto! ¡Me dices que me quieres, me haces ver una parte de tu corazón que creía ya esclarecida para luego no hacer nada por ello! ¡Escúchame! ¿Te crees que las palabras no tienen importancia? ¿Crees que me puedes soltar eso sin esperar consecuencias? Esas palabras tienen más peso del que jamás tú verás, mi corazón se resquebraja en pequeños cristales punzantes que se me clavan en el alma cada vez que actúas de esa manera.
Mírame, arrepentida. Malditos sentimientos… Hoy pensé que estaba al otro lado de la meta, y sin embargo me quedaba tanto… Me comporté como una idiota, creí tener el mundo en mis manos, que ya lo había superado; creía que era yo la que controlaba la situación. Y sin embargo, tú, verdugo sin escrúpulos, me engañaste con caricias engañosas para que cayese en tu red. Y caí. Caí de manera casi automática. Y entonces fue cuando me dijiste aquello y aquella seguridad que me embargaba se rompió en infinitos pedazos e inconsciente comencé a bajar las escaleras hacia tu maldito abismo. ¿Qué hice? Muy idiota de mí me intenté reanimar, pero mi “yo” irracional no se dejaba controlar. Lloré y me hundí a mí misma en mi cada vez más usual compañera, la desolación. ¿Y luego? Luego explotaste en mí mil y un sentimientos que cabalgaban descontrolados por todo mi ser. ¿Cómo pudiste? ¿Por qué ante mí tenías una invisible máscara y con los demás alardeabas de que realmente no te importa lo que nos pase? ¿Por qué coño fuiste capaz de decir que no había solución por mi culpa? ¿¡Es que no ves que yo enterré bajo tierra mis sentimientos para no herir los tuyos!? ¿No ves que luché por nuestro amor poniéndote por encima y dejando que mi ser se fuese destruyendo cada vez más dolorosamente porque no quería perderte? Y tú te atreviste a decirlo. A mí me enseñabas tres caras distintas, a cada cual más dolorosa, y luego descubrí que había otra más. Esa que no te atreves a enseñarme, porque sabes que no es verdad. Sabes que lo que les dices a ellos es mentira, yo jamás fui ni seré así. ¿Pero qué te pasa? Es imposible saberlo, porque como bien solías decir, tú eres así y por tanto no hay nada que hacer. No te engañes más, no me quieres. Si fuese verdad, jamás me habrías echo esto. Si fuese así, ahora mismo dejarías esos malditos hilos que me clavaste en el corazón para jugar conmigo. ¿Suena duro? Lo sé, pero es lo que estás haciendo conmigo. Hoy cielo, ¿qué cara toca mañana?
Duelen, cómo duelen estos sentimientos. Pero lo tengo que hacer. Aunque por cada paso que doy para alejarme de tus viciosas manos un martillo muy pesado me golpea en mi interior, es lo que tengo que hacer. Alguien dijo una vez que deje pasar el tiempo, que lo que tenga que pasar pasará. Es muy difícil para mí asimilar tal hecho, pero he de hacerlo. Trataré de seguir mi camino, apagaré las molestas luces de la ciudad y dejaré que las estrellas me guíen. Y aunque me duela, y aunque sé que voy a caer en tu estúpido pozo de nuevo, porque así de duro es el incontrolable amor, lo haré lejos de ti. No te estoy diciendo que me voy a ir, una pequeña parte de ti no se lo merece. Pero yo no voy a dejar que me vuelvas a engañar. Tú puedes pensar y decidir de una maldita vez qué es lo que sientes, y podrás decírmelo si quieres algún día. Pero yo soy libre, tengo alas para volar muy alto, tanto que tus demoníacos hilos se romperían. Todavía tienes a mi corazón encerrado en esa jaula, pero no importa, con el tiempo, se oxidará y yo podré volver a sentir. No sé qué sentiré, con quién ni hacia quién. Pero no importa, porque algún día, mis sentimientos cambiarán, algún día llegaré al final del camino y ya no hará falta andar más. Costará avanzar, caeré y tendré que levantarme por mí misma; llevará su tiempo y será doloroso. Pero ahora mismo no me importa, yo lo haré. No tendrás que volver a juntar pedacitos de corazón humillados por su rendición, porque yo pienso mantenerlo intacto cueste lo que cueste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario